Hostal Empuries: un otoño mirando al mar en la Costa Brava

12 noviembre | 2015 | Lorena G. Díaz

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No, no es necesario que sea verano para disfrutar de la playa, el mar o del sonido de las olas. El otoño es, de hecho, una de las mejores épocas para hacerlo, con la ventaja del componente nostálgico que aporta la idílica estampa y, vale, con la desventaja de que en este caso no podemos ponernos morenos. Mi caso es bastante curioso porque, aunque soy riojana nacida y crecida entre vides y tierras color rojizo, soy particularmente marina; me encanta el mar los 365 días del año, de ahí que no suela dudar ni un segundo en organizar una escapada, sea la época que sea, con tal de levantarme mirando al mar. Fue así, buscando lugares que me permitieran escuchar el sonido de las olas desde mi habitación, cuando hace unos años –desde que resido en Barcelona-, encontré el Hostal Empúries. ¡Y menudo hallazgo!

Ubicado muy cerca de las famosas ruinas de Empúries, del yacimiento greco-romano más visitado de la Costa Brava, este pequeño hotel nació a principios del siglo XX con la intención de prestar alojamiento a los arqueólogos que trabajaban en el yacimiento. Un siglo más tarde, la intención es bien diferente, pero igualmente acogedora sobre todo por sus espacios abiertos, sus colores claros, la sencillez de sus formas y, obviamente, su magnífico telón de fondo, visible casi desde cualquier rincón del hotel; el Mediterráneo.

Tan solo cuenta con 34 habitaciones, aunque ahora que lo pienso, da la sensación de que fueran muchas menos. Te aconsejo que, a pesar de ser las más sencillas, elijas las ubicadas en el edificio antiguo que cuentan con un pequeño balcón y unas grandes vistas al mar. Desde él, no se me ocurre un plan mejor que esperar la puesta de sol de otoño con una chaqueta sobre los hombros y una copa de vino en la mano. Bueno, si le añado un buen libro la escena mejoraría aún más.

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Y como no podía de otra forma, la gastronomía –la buena gastronomía- también está muy presente en este hotel. Capitaneado por el chef Rafa Peña, el restaurante Villa Teresita, que es el más elegantón de los dos que hay en el hotel, acaba además de presentar su carta de otoño, así que llegamos justo a tiempo para probar el ‘arroz cremoso de gambas de Palamós’ o la ‘lubina de Llançà’, dos de mis platos preferidos. Si buscas una opción un poco más casual, en el Bistró del Mar (que es donde se sirve el desayuno), encontrarás las típicas tapitas siempre apetecibles, como pulpo, mejillones a la brasa, unas bravas, etc., y es que… ¡tampoco necesitamos que sea verano para tapear! Los dos restaurantes trabajan una cocina de productos ecológicos, en gran parte de producción propia o de productores locales que trabajan en huertos y campos con sello de cultivo ecológico (CCPAE). No esperábamos menos del primer hotel en Europa con Certificación Leed Gold, líder en arquitectura y diseño sostenible.

 

Y ahora, es el momento de salir, pasear y disfrutar de las agradables temperaturas exteriores y por supuesto, del mar. Desde la playa del Portitxol (la bonita playa con forma de media luna del hotel) puedes acceder al Paseo de Las Dunas, camino de 2,5 kilómetros que bordea la costa y cuyo recorrido va desde L’Escala hasta el pueblo medieval de Sant Martí d’Empúries. Una opción estupenda para, bien a pie o en bicicleta, disfrutar de excelentes panorámicas de las playas y de las ruinas arqueológicas. Y todo, claro, sin dejar de mirar al mar.

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