Cuando más ganas tengo de que llegue una fecha, parece que más se resiste a aterrizar en el calendario. Es lo que me pasa con el verano. Está a la vuelta de la esquina, sí, pero parece que no llega: hace calor, pero no como en agosto; los días son más largos, pero aún pesan los madrugones; los domingos son menos malos disfrutando de las tardes en terrazas, pero siguen siendo el día anterior a empezar la semana laboral…
Aún quedan dos meses para las vacaciones y sentía que necesitaba una primera toma de contacto con unos mínimos indicios de temporada estival, así que el fin de semana pasado decidí buscar una solución: Alboraya. ¿Por qué allí? Los motivos no faltaban: está relativamente cerca del centro para una escapada de fin de semana, el clima en el Levante rara vez falla, la playa está a un tiro de piedra de la tranquilidad de Alboraya y, además, para los que nos gusta tanto el producto, es la cuna de la fabricación de la horchata.
El resultado del fin de semana fue incluso mejor de lo que esperábamos. Nos hizo un tiempo buenísimo, por lo que tanto el sábado pudimos disfrutar del sol en la playa de la Malvarrosa, a escasos 20 minutos en coche. Como imaginarás, la mayor dificultad de comer en la zona en el mes de mayo no es tanto encontrar sitio, sino decidirse por uno de los restaurantes y sus apetecibles cartas. Nosotros nos dejamos atraer por las vistas de Casa Isabel y su variedad de arroces. ¡Y es que no se puede ir a Valencia y no comer una buena paella! El resto del día se nos fue con vistas al mar, paseos por la playa y descansando al regreso al hotel.
El domingo lo empezamos con buen pie dándonos un homenaje desayunando en la Horchatería Daniel, una de las más importantes de Alboraya por la tradición que le caracteriza y la elaboración artesanal de la bebida de chufa. Con horchata y con fartons cogimos las fuerzas suficientes para mentalizarnos de la vuelta y cerrar un bonito fin de semana en el este peninsular. Necesitaba esta dosis de pre-verano para apaciguar la espera definitiva al verano.
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