Turismo en Sobrarbe: naturaleza otoñal y pueblos románticos

31 octubre | 2016 | David Escribano de "Viaja Blog"

Recorre con Goodyear y David Escribano las espectaculares montañas del Pirineo oscense

La comarca aragonesa de Sobrarbe – incrustada entre las montañas del Pirineo oscense – ofrece al viajero una combinación perfecta de naturaleza, patrimonio histórico y arquitectónico, pueblos con encanto y sabrosa gastronomía.

Recorrerla en otoño le añade colores y sabores distintos, con tonos ocres, anaranjados y rojizos que se extienden desde el follaje de las copas de los árboles a los tejados de las casas medievales y las espectaculares carnes que alegran las mesas junto al fuego.

En Goodyear te proponemos una ruta por las entrañas de esta comarca aragonesa, uno de nuestros destinos favoritos.

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    Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido

    Las más de 15.000 hectáreas de bosques, ríos, cañones y montañas que rodean al pico de Monte Perdido – que con sus 3.355 msnm es el más elevado de la zona – fueron declaradas Parque Nacional en el año 1918, teniendo el honor de ser el segundo más antiguo de España. Desde entonces le fueron lloviendo reconocimientos, entre ellos el de Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad.

    Cuando te internas por los caminos y senderos que recorren las entrañas del parque, te invade la sensación de estar en un mundo idílico con toques fantásticos.

    El otoño torna rojas las hojas de las hayas, componentes deslumbrantes de una flora que abarca más de 1.000 especies situadas a distintas altitudes. Abetos, pinos, quejigos, abedules, fresnos, avellanos y sauces son otros de los árboles que sirven de hábitat para animales como el rebeco, el ciervo, el jabalí, la marmota o, en las profundidades más remotas del parque, el oso pardo.

    Pirineo oscense

    El parque es ideal para la práctica de deportes al aire libre. Puedes  realizar senderismo por una extensa red de caminos de diversos niveles de dificultad que te llevan a lugares como la famosa Cola de Caballo – una preciosa cascada – o a lo alto del Cañón de Añisclo, horadado por el río Bellos y desde el cual podrás admirar un paisaje estremecedor.

    También los amantes de la bicicleta de montaña gozarán aquí, pues hay muy buenas rutas y varios de los hoteles y otros alojamientos están acondicionados para hacerles la vida más fácil.

    Plaza de Aínsa

    Aínsa

    Tras disfrutar de los paisajes y la actividad física en el parque nacional de Ordesa y Monte Perdido, es el momento de descansar un poco y volver a tomar el coche para poner rumbo a los pueblos románicos de la comarca. De entre ellos, destaca Aínsa, erigido sobre la confluencia de los ríos Cinca y Ara e incluido en la exclusiva lista de los pueblos más bonitos de España.

    Caminar por el casco histórico de Aínsa es como retroceder en el tiempo. El aspecto de la villa es totalmente medieval. Una maraña de estrechas calles adoquinadas – a las que se asoman los balcones y ventanas de las casas de piedra – mueren, tras muchas bifurcaciones y recovecos, en la Plaza Mayor.

    La Plaza Mayor de Aínsa sigue siendo, a día de hoy, el centro neurálgico del pueblo.  Arcadas de piedra sostienen a las antiguas casas que se asoman a la plaza, creando un espacio que es aprovechado por restaurantes y cafeterías para poner sus mesas. Uno de ellos es el restaurante Callizo, ubicado en una antigua casona de piedra y cuyas carnes – derivadas de animales autóctonos – gozan de buena fama en todo Aragón.

    Aínsa

    Justo al lado de la Plaza Mayor, hallarás el castillo de Aínsa. Esta fortaleza del siglo XI formó parte de la línea defensiva de los territorios cristianos y fue la que, en realidad, provocó la aparición de la villa. Hoy en día acoge conciertos y ferias.

    Una de las joyas románicas de Aínsa es la iglesia parroquial de Santa María. Su construcción se inició a finales del siglo XI, completándose a mediados del siglo siguiente. Elementos como el claustro, alguna capilla y la sacristía llegarían entre los siglos XIV y XVII.

    Es el lugar perfecto para una escapada romántica, paseando al atardecer y durmiendo al calor del fuego en casonas de piedra, como la del Hotel Los Siete Reyes, ubicado en plena Plaza Mayor.

    Ruta por el Pirineo oscense

    Boltaña

    A tan solo 7 km de Aínsa se encuentra la población de Boltaña. Justo a las afueras del minúsculo pueblo, se halla uno de los monumentos a visitar, el Hotel Barceló Monasterio. La cadena hotelera española reformó un antiguo monasterio de los Carmelitas Descalzos del siglo XVII, que había servido también como sanatorio para tuberculosos, dispensario de medicinas y albergue. En su interior se siguen conservando tanto el antiguo claustro como la iglesia barroca, donde se suelen celebrar bodas.

    El casco histórico de Boltaña es uno de los más amplios del Pirineo aragonés. Aunque comenzó a desarrollarse en el siglo XV, no alcanzaría su cénit hasta finales del XVII.

    A la Plaza Mayor se asoma la Colegiata de San Pedro. Esta construcción religiosa combina rasgos del gótico con otros renacentistas. Toma la calle que sale de la Plaza Mayor y empalma con el sendero que asciende al mirador del castillo de Boltaña. La fortaleza está prácticamente en ruinas pero desde ella se puede observar el resto del pueblo y el bravo descenso del río Ara. Sobre este río se encuentra tendido un puente medieval construido en piedra.

    Si eres amantes de los mercadillos y las ferias, visita Boltaña el tercer domingo de octubre, cuando se celebra su Feria de Otoño.

    Torla, Ordesa

    Torla-Ordesa

    Es la entrada natural al parque nacional de Ordesa y Monte Perdido. Enclavado en mitad de la naturaleza, sus calles emanan un encanto entre rural y medieval. En Torla-Ordesa viven alrededor de 300 personas en casonas de piedra, levantadas entre los siglos XIII y XVIII.

    Sobre una roca, y dominando el paisaje, se encuentran el castillo y la iglesia de San Salvador, con sus retablos y características de estilo románico. El castillo es actualmente abadía y museo etnológico, con pinturas medievales y la cripta de San Jorge.

    Sus calles empinadas son tranquilas y frescas, jalonadas de pequeños negocios turísticos que ocupan las casas de piedra. A tan solo unos kilómetros de allí se encuentra la frontera con Francia, pero ¿quién quiere marcharse al país vecino pudiendo disfrutar de una zona tan hermosa como Sobrarbe?

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