Pozo Sotón, desciende a las entrañas de una mina de carbón en Asturias

15 octubre | 2018 | Goodyear

Desciende cientos de metros de profundidad y descubre la experiencia de recorrer una auténtica mina de carbón con Goodyear y José Ramón Pérez “Avistu”

Asturias tiene playas preciosas, pueblos con encanto y senderos de montaña para todos los niveles, pero hay una Asturias bajo la superficie, de duro trabajo y sacrificios personales, la que trabaja en la minería de carbón y es menos conocida. Hasta ahora, porque puedes visitar una auténtica mina de carbón y descender a las profundidades en el Pozo Sotón.

Situado junto al río Nalón, el Pozo Sotón es de la empresa HUNOSA, perteneciente al Estado, y es en realidad dos pozos independientes, uno de ellos aún en funcionamiento.

La visita al Pozo Sotón se puede hacer sólo de su exterior, patrimonio arqueológico industrial, o también de su interior. Si no tienes problemas de claustrofobia, estás en relativa buena forma y quieres sentirte (casi) como un minero, harás como yo y te decidirás por bajar más de 500 metros hacia las entrañas de la tierra.

Antes de comenzar la visita propiamente dicha, los mineros-guías del Pozo Sotón darán las instrucciones de seguridad y nos cambiaremos de ropa, con botas, mono y equipo como el que ellos llevan. No os pongáis vuestra ropa interior favorita porque hasta ahí se cuela el polvo de carbón.

Entrada a la mina Pozo Sotón, Asturias

Pozo Sotón, 140 metros de profundidad

El exterior del Pozo Sotón, Bien de Interés Cultural, es el prólogo necesario antes de abandonar la superficie. Es necesario entender el contexto de un pozo minero, cómo se hace la explotación del carbón, la maquinaria empleada y la evolución histórica del trabajo extrayendo un mineral antaño imprescindible y hoy sospechosamente insostenible. Antes de bajar a la mina, tómate tu tiempo para ver los castilletes mineros, diseñados por un por aquel entonces desconocido ingeniero, Gustave Eiffel.

Y después, la entrada en la jaula, el ascensor en el que nos apiñamos para bajar a las profundidades de la tierra. Ahí comienza una nueva página en el libro del turismo de aventura, porque este lo es.

De la superficie al punto en que se abre la puerta, hemos descendido a unos 140 metros de profundidad, medida sobre el nivel del mar. Entre medias, roca, filtraciones de agua, temblores de la maquinaria y el lejano murmullo de los sonidos del anexo pozo activo.

El recorrido que haremos por el Pozo Sotón abarca varios niveles, varios pisos por así decirlo. Estaremos en los niveles 8º, 9º y 10º, que, por las peculiaridades de la orografía de la superficie, harán que tengamos entre 390 y 560 metros de roca y tierra sobre nuestras cabezas.

No lo parece. Tus ojos sólo ven el túnel, tus oídos escuchan las explicaciones que van hilvanando los mineros durante el recorrido.

Asequible en general para cualquier persona de una forma física y constituciones normales, con excepciones puntuales en el recorrido, existe un tramo destacado que rompe brutalmente con la regla.

La Jota: verticalidad en la mina

Se trata de la chimenea “La Jota”. Su nombre alude a su verticalidad, pues este pozo inclinado con tramos verticales tiene partes en que su estrechez se reduce a menos de un metro cuadrado. Son sólo 100 metros de recorrido pero tardarás un buen rato en descenderlos, cuidando cada paso, apoyando tu espalda contra la madera que lo refuerza, bajando despacio cada metro.

Es en momentos como ese en que, por un momento, puedes imaginar el día a día de un minero, privado de luz del sol, respirando polvo de carbón, barrenando, posteando, preparando carretillas de mineral.

Pozo Sotón: 5 kilómetros y 4 horas de visita

El recorrido sigue y durará unas 4 horas, durante los que recorreremos apenas 5 km de distancia total. Las paradas, además de en “La Jota”, incluirán talleres de explotación y de servicios, donde se nos explican otras labores de la mina y las funciones que desarrollan los distintos mineros.

Y si quieres sentirte como uno de ellos durante unos segundos, podrás empuñar un martillo neumático y picar carbón. Aún guardo el ridículo trozo que conseguí arrancar de aquella negra pared.

La primera foto que te haces al salir a la superficie (ni cámaras ni teléfonos móviles ni otros aparatos electrónicos – incluidos relojes – se permiten en el interior del pozo), antes de darte una necesaria ducha y ponerte una muda limpia, es descriptiva de la experiencia. Pese a la máscara, pese a los guantes, pese al mono, el carbón ha calado hasta tu piel.

La experiencia de recorrer el Pozo Sotón, de sentirte por unas horas visitante en el entorno de trabajo diario de los mineros, cala más profundo y es imprescindible en una visita a Asturias.

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