Altamira, la película: tras los pasos de Marcelino Sanz de Sautuola

2 junio | 2016 | Luis Fernandez del Campo Viajero Digital

Conoce con Goodyear y Luis Fernández del Campo, de Viajero Digital, todos los secretos de Altamira, la película que se ha estrenado este 2016 y que nos cuenta la vida del descubridor de Altamira, Marcelino Sanz de Sutuola

Cantabria es mundialmente conocida, entre otras cosas, por las cuevas de Altamira, cuya sala de pinturas es hoy en día como la “Capilla Sixtina del Arte Cuaternario”. Sin embargo, su descubridor y principal valedor, el paleontólogo Marcelino Sanz de Sautuola, no llegó a lograr en vida este reconocimiento. Su sorprendente hallazgo fue injustamente calificado de fraude por la comunidad científica y despreciado por la sociedad de finales del siglo XIX, que se debatía entre el creacionismo y la evolución darwiniana. Era aquel un contexto de dogmático poder religioso y de alta y desleal competencia entre el gremio científico que no era capaz de admitir que una obra pictórica de tal calidad fuese realizada por “salvajes” hombres prehistóricos.

Altamira, película estrenada el 1 de abril de 2016, relata la historia de Marcelino Sanz de Sautuola, un gran aficionado a la arqueología y un científico empeñado en dar a conocer la verdad, que tuvo que soportar la injusta polémica sobre la autenticidad de las pinturas de la cueva. Concebida inicialmente como un documental, el largometraje ha sido producido por Morena Films, a cuyo frente está Lucrecia Botín, sobrina del fallecido presidente del Banco Santander Emilio Botín, tataranieta del descubridor Marcelino Sanz de Sautuola y bisnieta de su verdadera descubridora María. Nadie mejor que una de sus descendientes para esta noble misión.

La película está rodada en su mayor parte en Cantabria, aprovechando los mismos escenarios en los que transcurrió la vida de don Marcelino, que es encarnado por el actor Antonio Banderas, y que ahora podemos recorrer también nosotros.

Escena película Altamira

Empezamos la ruta por la que fue residencia del arqueólogo, una casa solariega ubicada en su finca de Puente San Miguel, localidad muy cercana a Santillana del Mar y al prado de Altamira donde se halla la famosa cueva. Durante más de 300 años, la finca ha sido propiedad de la familia Sanz de Sautuola, que luego emparentaría con los Botín, la conocida saga de banqueros, fundadores del Banco de Santander. El Parque Botánico de la Familia Botín ha sido siempre el punto de encuentro para los acontecimientos familiares importantes, como la boda del golfista Seve Ballesteros con Carmen Botín (hermana de la actual presidenta del banco, Ana Patricia Botín), o el entierro del banquero Emilio Botín en su panteón familiar. Con más de 7 hectáreas de extensión, se trata de una de las mayores concentraciones de árboles singulares de la región, con gran variedad de especies y numerosos ejemplares centenarios (una Magnolia Grandiflora, considerada la mayor de Europa; una Sequoia sempervirens con un perímetro de 5,4 m.; un cedro del Atlas que sobrepasa los 30 m. de altura; una espléndida Criptomeria japónica, etc.) en un marco incomparable. Hoy día, es visitable con cita previa el 1º y 3º miércoles de cada mes, del 1 de mayo al 15 de septiembre.

Más información para concertar visitas en el Ayuntamiento de Reocín.

Altamira: así comienza la historia

La historia conocida de la cueva comienza allá por 1875, cuando don Marcelino conoció su existencia en el prado de Altamira, descubierta poco antes por un cazador. Allí acude, como aficionado a la arqueología, encontrando diversos utensilios de silex, huesos de animales primitivos, etc., pero aún tardaría unos años en ser consciente de la importancia del hallazgo.

Don Marcelino asiste a la Exposición Internacional de 1878, en París, donde conoce a grandes investigadores de la arqueología, que le daría renovado impulso para continuar sus excavaciones. En la película, gracias a la magia del cine, aparece visitando un pabellón que no es otra cosa que el Capricho de Gaudí, ubicado en Comillas, y que sería construido realmente en 1885. En todo caso, recomiendo visitarlo como un bello ejemplo que es de la arquitectura modernista, y muy cercano a la época de Sautuola.

En el verano de 1879, don Marcelino llevó a su hija María (de 8 años) a una de sus visitas a la cueva, y sería ella quien se internaría en la cueva y descubriría casualmente las pinturas en el techo de la sala, avisando a su padre al grito de “Papá, ¡hay bueyes pintados!”. En realidad se trataba de bisontes, que cobran vida en la película gracias a los sueños de María. Además, hay toros, terneras, jabalíes, caballos, etc., pintados con una calidad y un colorido tal que constituyen una auténtica obra de arte, con el valor añadido de su antigüedad. Don Marcelino les calculaba unos 10.000 años, cuando en realidad podemos datarlas hoy en día entre hace unos 15.000 y 20.000 años.

Las cuevas originales llevan años cerradas al público general (solo son visitables por un cupo muy reducido), para garantizar su conservación, ni siquiera se abrieron para Antonio Banderas (aunque se le ofreció, él quiso que no se le hiciera un trato de excepción). Lógicamente, el rodaje se realizó en la neocueva, la réplica a tamaño natural que desde 2001 se exhibe en el Museo de Altamira, muy cercana a la anterior, y que puede ser visitada casi todos los días del año. Una visita que recomiendo, por su gran calidad y excelente exposición en torno al arte rupestre.

Ángel en el cementerio de Comillas

De Santillana del Mar a Comillas

Y ya que estamos al lado de Santillana del Mar, no podemos dejar de visitar esta villa, con sus calles empedradas y sus casas blasonadas por escudos de los nobles e hidalgos de la Cantabria medieval. Una localidad que muy poco habrá cambiado desde que don Marcelino la recorriera en calesa, como hace en la película. Hay que darse un paseo caminando (los coches tienen prohibido el acceso), entrando por la Calle Santo Domingo, y empezando por el Palacio de Peredo Barreda, continuando hasta la Torre de Don Borja, en la Plaza de Ramón Pelayo, bajando por la Calle del Cantón, hasta llegar a la Colegiata románica de Santa Juliana. En la película vemos como desde su púlpito tanto se criticó a Sautuola y a quienes con en base a las investigaciones científicas se rebelaban contra el dogma de la creación.

Aunque Santillana no tiene mar, lo tenemos muy cerca en las localidades de Cóbreces y Comillas, en las que también se ruedan escenas de la película. Así, cabe destacar el hermoso acantilado de El Bolao (Cóbreces), donde se vislumbra la bravura del mar Cantábrico, en una escena en la que don Marcelino habla con su hija María sobre sus hallazgos en la cueva.

En 1880 se celebraría en Lisboa el Congreso de Prehistoria, al que Sautuola acudiría para explicar su hallazgo a la comunidad científica. No obtuvo el respaldo que esperaba, al contrario, se burlaron de él acusándole de falsificador, nadie quería saber nada de pinturas prehistóricas, no les daban validez ninguna. Como es habitual, el mundo del cine busca un escenario más cercano, utilizando el exterior de la Biblioteca Menéndez y Pelayo de Santander, casa museo del escritor montañés, tocayo de don Marcelino, construida en 1876, que puede visitarse gratuitamente. El interior de esta escena, en cambio, es uno de los salones del modernista Palacio de Sobrellano de Comillas, un soberbio edificio construido por el arquitecto catalán D. Joan Martorell y Montells  para D. Antonio López, primer marqués de Comillas y, por cierto, consuegro del Sr. Güell, mecenas de Gaudí.

Comillas es uno de esos lugares mágicos de Cantabria. Por ello, resulta comprensible que haya varias localizaciones en esta película, a pesar de que todas ellas representen ser otro lugar diferente en la acción. Hasta tal punto llega el amor de los productores por esta bella localidad, que se toman la licencia de ubicar la tumba de don Marcelino Sanz de Sautuola en el cementerio romántico de Comillas, con vistas al mar, aunque en realidad esté enterrado en la ya citada finca familiar de Puente San Miguel.

Pero ¿qué fue del protagonista de nuestra historia? Tras años de negación de la autenticidad de las pinturas rupestres por la comunidad científica, sólo cuando se descubrieron otras cuevas con similares pinturas en Francia, los investigadores reconocieron Altamira como auténtica. Para entonces, don Marcelino ya había fallecido. Los grandes investigadores Cartailhac y Breuil se rindieron a la evidencia, rehabilitando su memoria ante su tumba.

Aunque fuese tarde, y a título póstumo, su memoria sería rehabilitada rindiéndole el homenaje que merecía. Sirva también como homenaje a su figura esta interesante película que nos sirve de hilo conductor para recorrer algunos lugares mágicos de Cantabria.

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